En 1920 el psicólogo de la Universidad Johns Hopkins John B. Watson trató de demostrar empíricamente que el condicionamiento Pávlov, también funcionaba en humanos.
, Watson trató de que un niño asociara las ratas con el golpe de un martillo sobre una lámina metálica, sin pensar en el trauma que podía crearle.
El pequeño Albert, que así se llamaba el niño, tenía tan sólo 11 meses y tres días cuando se inició el experimento. Tras comprobar que el bebé no tenía ningún miedo natural a las ratas, pero sí a los sonidos estridentes, empezaron a dejarle sólo en compañía del roedor mientras sonaban los martillazos. Después de varios ensayos, la sola presencia de la rata provocaba auténtico pavor en el niño, que desarrolló fobias, también, a los perros, la lana o las barbas, cuya textura asociaba al pelo de la rata.
La intención de Watson era proseguir el experimento para encontrar la forma de eliminar en el pequeño Albert el miedo condicionado, pero la madre del niño, asustada ante lo que habían hecho, se negó a volver a dejar al niño en manos del psicólogo.
Albert murió a los seis años, víctima de una enfermedad que nada tenía que ver con el experimento, y nunca sabremos si sus fobias le hubieran perdurado hasta la edad adulta.
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