martes, 1 de abril de 2014

Niños perdidos



Está demostrado que la gente no pone atención sobre lo que pasa a su alrededor. Para comprobarlo, hace algunos años se hizo un experimento en Nueva York; en la entrada y al interior de una tienda con mucha afluencia se colocaron carteles con la información y la foto de una niña desaparecida.


Algunas personas se detuvieron a mirarlo, mientras que otras sólo le echaron un vistazo, y hubo quienes ni siquiera lo vieron. La niña estaba adentro de la tienda, con un hombre de apariencia extraña, y aunque la mayoría de la gente no la vio, la que sí la reconoció no intentó ayudarla, siendo sólo tres personas las que se comunicaron con la policía.

El estudio comprobó que la mayoría de la gente tiende a pasar por alto muchas de las cosas que la rodean.

Otro experimento
En el Reino Unido se ha llevado a cabo un experimento por parte de la NSPCC, organización que vela y protege los intereses de los niños, con el propósito de descubrir cuántas personas ayudarían a un niño perdido en un centro comercial. Los responsables de esta investigación querían tener una ideal del grado de solidaridad de los habitantes del Reino Unido, las cifras no dejan lugar a dudas, la indiferencia aplasta brutalmente y muchas personas evitan ayudar a los menores en esa situación.


En este trabajo, dos niñas de cinco y siete años fingían haberse perdido en el centro comercial, una cámara oculta registró todo lo que aconteció en este experimento social. Las dos pequeñas se mostraban desesperadas, aferradas a su muñeco y deseando encontrar a sus padres. La mayoría de las personas se mostraron indiferentes ante el drama, en una hora en la que pasaron cientos de visitantes del centro, tan sólo una persona mayor mostró interés y se preocupó por las pequeñas, el resto (más de 600 personas) ignoraron por completo a las niñas. ¿Qué le ocurre a la sociedad?, ¿cómo puede mostrar tanta indiferencia?

La madre de las niñas estuvo presente en todo momento vigilando que todo el experimento se desarrollara correctamente, se sorprendió mucho al ver como parejas, padres y otras personas pasaban al lado de las niñas con una notable indiferencia, incluso las evitaban apartándose de ellas. Nadie, salvo la persona mayor antes mencionada, se preocupó por ellas para saber qué les había ocurrido y si necesitaban ayuda.

El experimento se desarrolló en el Centro Comercial Victoria Place de Londres, al lado de la estación de ferrocarriles Victoria de la ciudad. Las pequeñas Maya y Uma realizaron una gran representación, mostrándose perfectamente asustadas y vulnerables. A 25 metros se situaban las cámaras ocultas de vigilancia, decenas de personas pasaban al lado de ellas como si fueran invisibles, incluso una madre con su cochecito hizo maniobras para no cruzarse en el camino de las pequeñas. Un grupo de mujeres cargadas con maletas también hizo maniobras para evitarlas, parece que la tónica dominante era ignorar por completo el problema de las niñas perdidas.





Ocurrió lo mismo con la niña de siete años y con la niña de cinco años, esta última se puso de rodillas en el suelo, se chupaba el dedo y su cara expresaba tristeza y temor, miraba a quienes pasaban intentando llamar la atención de los transeúntes, pero era invisible. Sólo una jubilada de setenta años de edad se preocupó, primero se fijó en la niña y pasó de largo, pero rápidamente volvió sobre sus pasos para averiguar qué le ocurría. El experimento ha sorprendido a quienes lo pusieron en marcha, es realmente sorprendente que pasaran más de 600 personas y sólo una se preocupara al ver a una niña sola y desvalida.

Se barajan varios motivos por este comportamiento, que no se dieron cuenta de la situación, indiferencia y falta de empatía, miedo… En este último caso se apunta que debe ser más importante preocuparse por el bienestar de un niño que por ser etiquetado como un desconocido que trata de captar la atención de unos niños, no se sabe con qué fines. La organización considera muy importante hacer llegar un mensaje a los adultos, tienen la responsabilidad de proteger a los niños y esta debe ser una preocupación que prevalezca sobre otras muchas de carácter personal, como por ejemplo el miedo a que sean considerados pedófilos.
Este hecho es inconcebible en una sociedad civilizada, los investigadores creen que posiblemente muchas personas se habrían parado a socorrer a los niños, pero existen muchos temores que lo impiden, temores que pueden ayudar a que un pedófilo pueda llevarse secuestrado a un niño pequeño aprovechándose de esa indiferencia, falta de empatía y falta de solidaridad son las razones predominantes. Sería interesante llevar a cabo un experimento similar en nuestro país, ¿serían los resultados similares?, o por el contrario, ¿muchas más personas se preocuparían por la situación de los niños?


Los monos de Harlow


Si hay que agradecerle a alguien por haber tenido una infancia amorosa y llena de afecto es al científico Harry Harlow, quien, en la década de los 60, durante una serie de experimentos controversiales, demostró la importancia que tiene el cariño de una madre para el desarrollo de un niño.
Harlow tomó a un par de monos de tan sólo horas de nacidos y los separó de sus madres, dejándolos con madres sustitutas.
Una de ellas estaba hecha de metal, con un bote de comida para que los monos pudieran comer; la otra estaba hecha de tela de toalla, muy suave, pero sin alimento.


El resultado fue que los monos pasaron más tiempo con la mamá de tela que con la de metal, probando que el afecto juega un papel más importante que el sustento, cuando se trata del desarrollo de un niño.




viernes, 28 de marzo de 2014

¿Por qué es más fácil interpretar a los niños?

La gente mayor es más difícil de interpretar que la más joven, y ello se debe a que su rostro tiene menos tono muscular.

La velocidad de algunos gestos y su evidencia se relaciona también con la edad del individuo.
Por ejemplo, cuando un niño de cinco años de edad cuenta una mentira es probable que de inmediato se tape la boca con una o ambas manos.




La acción de taparse la boca puede alertar a su progenitor de la mentira y este gesto de tapársela continuará seguramente a lo largo de su vida, variando normalmente sólo en términos de la velocidad con que se lleva a cabo. Cuando un adolescente miente, la mano se dirige a la boca de n modo similar a como lo hace el niño de cinco años, aunque el gesto evidente de toda la mano tapando la boca, queda sustituido por los dedos que acarician sus bordes.





El gesto original de taparse la boca se vuelve más rápido, si cabe, al llegar a la edad adulta. Cuando un adulto miente es como si su cerebro ordenara a su mano que se tapara la boca para intentar bloquear las palabras engañosas, igual que hacía el niño de cinco años, y el adolescentes-, pero, en el último momento, la mano se aleja de la cara y se obtiene, como resultado de ello, el gesto de tocarse la nariz. Se trata, simplemente, de la versión adulta de taparse la boca utilizada en la infancia.



Bill Clinton respondiendo preguntas sobre Monica Lewinsky frente al Tribunal Supremo



El lenguaje subliminal de Disney


Un hombre que conocía el suajili llevó a su hijo a ver El Rey León. Iba traduciendo los nombres de los personajes al niño; por los visto, “Simba” significa, “león”, pero “Pumba” equivale a “esmegma”, la secreción blancuzca que se forma en el prepucio.
Las aventuras del Rey León contienen otras alusiones políticamente incorrectas: en un momento en que Simba está tumbado ante un fondo de estrellas titilantes, puede verse como los puntitos brillantes forman la palabra “sex”.




Casi cada película producida por los estudios Disney posee su pedazo de leyenda que, casi siempre, saca a la luz contenidos inapropiados ocultos en las hermosas e inocentes imágenes, susurrados bajo la banda sonora o que pasan inadvertidos por la rápida sucesión de los fotogramas.
El más famoso puede verse en la portada de cualquier vídeo de La Sirenita: entre las formas del palacio dorado del fondo podemos apreciar un falo representado con gran realismo. En la misma película, en la escena final de la boda, se puede vislumbrar una erección bajo el manto del sacerdote que oficia el acto.





Aunque haya quien cuestione estos rumores, podemos citar uno indiscutible: en el minuto ochenta de Los Rescatadores, cuando los ratones Bianca y Bernard vuelan en una lata de sardinas sobre el albatros, podemos ver una mujer desnuda en una ventana. No es un dibujo, sino una fotografía muy nítida que desentona con el estilo general de la imagen y pasa desapercibida sólo por la velocidad con la que aparece y desaparece. Aunque la leyenda urbana nos habla de nuevo de un animador rebelde, los responsables de la compañía afirman que el “material ofensivo” se filtró en algún punto de la postproducción.


No se vayan todavía. Aún hay más. Se dice que el pubis de Jessica Rabbit puede verse desnudo en un par de fotogramas de “¿Quién engañó a Roger Rabbit?”



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Incorrecciones políticas
Algunos disneyanos afirman que las personalidades de los siete enanitos de Blancanieves representan los siete grados de adicción a la cocaína. Veámoslo: Dopey, Grumpy, Bashful, Sneezy, Sleepy y Doc – en la versión original – podrían traducirse como “drogadicto”, “gruñón”, “tímido”, “mocoso”, “dormilón” y “doctor”. El propio nombre de Blancanieves, en inglés “Snow White” , <<Blanca Nieve>> también parece hacer alusión a la mencionada droga.







El estudio monstruo

El psicólogo de la Universidad de Iowa, Wendell Johnson trató de averiguar las razones por las que los niños tartamudeaban experimentando con un grupo de huérfanos.
 El psicólogo seleccionó a 10 niños tartamudos y otros 12 que hablaban perfectamente y los mezcló en dos grupos. Uno de los grupos recibió un refuerzo positivo ;se les decía a los niños que iban a superar la tartamudez, que no debían sentirse mal, que era norma, y el otro recibió un castigo, independientemente de que los niños fueran o no tartamudos ,se les decía que era una vergüenza, que debían detener su comportamiento inmediatamente, que no debían hablar si no lo hacían de una manera correcta.


Muchos de los niños participantes en el estudio siguieron arrastrando secuelas hasta la edad adulta. Mary Tudor, fue la encargada de llevar a cabo el experimento, y recogió en sus notas que, pasadas cinco sesiones, los resultados eran evidentes, ya que muchos de los niños del grupo "castigado" que hablaban bien antes ahora se negaban a hacerlo y mostraban dificultades, mientras que los niños del grupo de refuerzo positivo mejoraron notablemente.
                                                                                                                         
                                                                                                                              
Fueron los compañeros del mismo Johnson bautizaron el experimento, como “Estudio Monstruo” y le convencieron para que lo interrumpiera y lo ocultara. Tras finalizar el experimento, Tudor siguió visitando el orfanato para atender a los niños a los que había vuelto tartamudos, pero muchos siguieron arrastrando secuelas hasta la edad adulta.
En 2001, después de que el diario Mercury News publicara un artículo que denunciaba los traumas psicológicos que todavía sufrían los participantes en el experimento.
En agosto de 2007 seis de los huérfanos participantes en el experimento fueron indemnizados por el estado de Iowa con 925.000 dólares, debido a los daños emocionales provocados.

El experimento de Milgram

 En julio de 1961, el teniente coronel nazi Adolf Eichmann, responsable directo de la solución final en Polonia, fue sentenciado a muerte en Jerusalén. Como muchos de los militares nazis, Eichmann alegó que no sabía lo que estaba haciendo, pues sólo se limitaba a seguir órdenes.
 Al psicólogo Stanley Milgram, de la Universidad de Yale, le asaltaron entonces varias preguntas: ¿podía Eichmann estar diciendo la verdad? ¿Eran los militares nazis conscientes de lo que hacían? ¿Puede una persona normal cometer barbaridades sólo porque la autoridad se lo ordena?
Para averiguar el papel que juega la obediencia en nuestro comportamiento Milgram diseño un experimento en el que participaban tres personas: un “investigador”, un “maestro” y un “alumno”.
 Los “maestros” fueron reclutados a través de un anuncio en el que se pedían voluntarios, remunerados, para participar en un “estudio de la memoria y el aprendizaje”. Los “alumnos” eran estudiantes de Milgram, compinchados.

Al comenzar el experimento el “investigador”, un colaborador de Milgram, se reunía con los dos participantes del estudio y les hacía creer que estaba repartiendo los roles al azar. Tras esto, explicaba al “maestro” que cada vez que el “alumno” contestara erróneamente una pregunta tendría que apretar un botón que le provocaría una descarga eléctrica. Cada vez que el “maestro” castigaba al “alumno” éste simulaba que se retorcía de dolor. A medida que avanzaba el experimento, el "investigador" iba pidiendo al "maestro" que aumentara la potencia de las descargas y el "alumno" iba elevando su interpretación, golpeando el cristal que le separaba del "maestro", pidiendo clemencia, alegando su condición de enfermo del corazón, gritando de agonía y, a partir de cierto punto (correspondiente a 300 voltios), fingiendo un coma.
Milgram y sus compañeros pensaban que la mayoría de los “maestros” se negarían a continuar en el experimento pasado cierto punto, pero descubrieron que la insistencia del investigador para que siguieran aplicando las descargas tenía un tremendo efecto sobre los sujetos: el 65% de los participantes llegaron a aplicar la descarga máxima, aunque se sentían incómodos al hacerlo, y ninguno se negó rotundamente a aplicar las descargas hasta alcanzar los 300 voltios.
El experimento fue todo un éxito a nivel académico, pero fue muy criticado por lo poco ético del mismo, algo que se puso de manifiesto dada la grabación de un vídeo documental sobre todo el proceso.
 Los resultados del experimento, y las reflexiones sobre este, fueron sintetizados por el propio Milgram en su libro Obediencia a la autoridad (1974), un clásico absoluto de la psicología social.

El experimento de Robber's Cave

Muzafer Sherif, uno de los fundadores de la psicología social, ideó este experimento junto a su mujer, Carolyn Sherif, para estudiar el origen de los prejuicios en los grupos sociales. El estudio se desarrolló en un campamento de los boy scout situado en el Parque Estatal de Robber´s Cave, en el que participaron 22 adolescentes varones de 11 años de edad. Los jóvenes fueron divididos en dos grupos desde el inicio del campamento.
Durante una primera fase se consolidó la formación de los grupos, que ni siquiera sabían de la existencia de otros niños, y se consolidaron espontáneamente jerarquías sociales internas. Los niños pusieron nombre a cada uno de ellos: The Rattlers y The Eagles.
                                                                                                                         

 Tras esto, los investigadores ,camuflados como monitores del campamento,empezaron a crear fricciones entre los grupos, a base de competencias deportivas y gymkanas.
La hostilidad entre los grupos se hizo patente enseguida y, de hecho, la segunda fase del experimento tuvo que zanjarse antes de lo previsto por problemas de seguridad. En la tercera fase Sherif introdujo tareas que requerían la cooperación de ambos grupos, como desafíos que necesitaban resolver ambas partes, como un problema de escasez de agua o un camión atascado en el campamento.
En cuanto la cooperación se hizo necesaria las hostilidades cesaron y los grupos se entrelazaron hasta tal punto que los niños insistieron en volver a casa en el mismo autobús.
El estudio es uno de los más citados de la historia de la psicología social y fue un auténtico éxito, pero hoy en día jamás se aprobaría su realización: los niños no fueron informados de su participación en el experimento y fueron engañados del principio al fin del mismo.