Si hay que agradecerle a alguien por haber
tenido una infancia amorosa y llena de afecto es al científico Harry Harlow,
quien, en la década de los 60, durante una serie de experimentos
controversiales, demostró la importancia que tiene el cariño de una madre para
el desarrollo de un niño.
Harlow tomó a un par de monos de tan sólo
horas de nacidos y los separó de sus madres, dejándolos con madres sustitutas.
Una de ellas estaba hecha de metal, con un
bote de comida para que los monos pudieran comer; la otra estaba hecha de tela
de toalla, muy suave, pero sin alimento.
El resultado fue que los monos pasaron más
tiempo con la mamá de tela que con la de metal, probando que el afecto juega un
papel más importante que el sustento, cuando se trata del desarrollo de un
niño.
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